Por
Nerea Azkona
En 2007, mientras
acababa mi licenciatura en antropología, gané un concurso en una universidad
para trabajar como técnica de proyectos
en dos investigaciones. Así, estuve un año realizando una investigación completa y el trabajo
de campo de la otra. Aquello fue el principio de mi andadura en la
universidad.
A los tres meses de acabar ambas investigaciones me coloqué
en otra universidad como secretaria
de un grupo de estudio e investigadora,
mientras acababa el máster que me
daría en el futuro acceso al doctorado.
Durante esos casi dos años pensé que había encontrado el ámbito al que quería dedicar mi vida
laboral. Las condiciones eran más que precarias, pero, en aquel momento,
pensaba que con los años mejorarían. De hecho, cuando una amiga mía me contaba
que su marido era doctor pero que trabajaba como electricista nunca pensé que
aquello pudiera pasarme a mí. Esas cosas siempre le suceden al resto de la
gente que no sabe montárselo bien, porque en nuestro caso, consideras que si
tragas sapos y culebras en algún momento todo tiene que ir bien.
Bien, con esta maravillosa estrategia de tragar conseguí ulcerar
mi aparato digestivo y que los niveles de angustia y estrés devastaran mi
sistema nervioso. Parecía que la que no
se lo sabía montar era yo: sin contrato(s), sin derechos laborales y no
siendo bien tratada en muchísimas ocasiones.
Pero aún no quería darme cuenta, a pesar de que otra amiga
mía tomo una decisión que no entendí en su día pero que ahora admiro: ella trabajaba
conmigo y obtuvo matrícula de honor en su tesina, hecho que le beneficiaba del
primer año de doctorado gratis (lo cual, dependiendo de la universidad, equivale
a muchos cientos de euros…). Pues ella decidió dejarlo todo e irse de allí, a
pesar de que podía seguir cobrando y de que el próximo año no tendría que pagar
nada.
A mí me concedieron dos becas
para realizar la tesis. Rechacé una y con la otra he vivido cuatro años. Me
cambié de universidad, recuperé mi salud (más o menos) y acabe mi tesis.
Defendí y a los 24 días me fui al paro.
Y aunque he trabajado de manera ininterrumpida más de 7 años en la universidad, he disfrutado
de 8 meses de paro y de ninguna
alternativa.
Durante este tiempo he estudiado idiomas y he probado suerte
en puestos de trabajo de la administración y del tercer sector. He ido a 5 entrevistas pero no he conseguido
ningún trabajo (en casi todas me recordaron que mi sector era el académico…).
Además, he escrito artículos, ponencias y he dado alguna que otra clase
magistral. Y todo esto gratis,
claro.
Bien, pues a día de hoy puedo decir que mi amor al arte se ha terminado. No pretendo ser académica a
cualquier precio ni tampoco a ninguno. Como aspiro a un puesto de trabajo con contrato,
he tenido que tomar una decisión: desvincularme
totalmente del mundo de la investigación, de la academia y demás actividades
relacionadas; véase: realización de ponencias, artículos, post, tuits… o lo que surja.
¿Mi futuro? Aprender otro oficio trabajando en una empresa, un bar, una frutería, un
supermercado o un taller. Aquí, lo que surja también.
Cerramos etapa y a buscarse las habas de otra manera.
Me ha encantado tu articulo, Mucho animo, la Academia no es la panacea, estoy segura de que el camino que empiezas ahora es el verdadero.
ResponderEliminarwww.uccywindermere.es
Muchas gracias María! Hay que saber decir hasta aquí... así que, espero que ahora venga lo bueno :) Un saludo
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