domingo, 22 de diciembre de 2013

Beste Neguko Festa batzuk: Las Fiestas de Locos

Por Nerea Azkona

El año pasado por esta época escribí una entrada sobre las distintas significaciones dentro de la cultura vasca que ha tenido el Olentzero a lo largo de la historia. Este año, en cambio, quiero hacer mención a unas fiestas que se celebraban en algunos pueblos vascos pero que se han ido perdiendo. Me refiero a las Fiestas de los Locos, propias del ciclo festivo de invierno en Euskal Herria.

Ya desde el solsticio de invierno y con el comienzo de la nueva estación, se nos viene anunciando el advenimiento del tiempo de Carnaval, que abarca un periodo preparatorio marcado por ritos que se llevan a cabo en determinados días previos al famoso Martes de Carnaval. Este día no tiene una fecha fija ya que dependerá de cuándo sea Semana Santa, lo cual está relacionado con el ciclo lunar.

Estas fiestas que sucedían al día de Navidad y que prefiguraban el Carnaval se las conocía como Fiestas de los Locos. Sus rituales y liturgias se desarrollaban principalmente desde el 25 de diciembre hasta los primeros días de enero y se organizaban en el interior de las iglesias.

De hecho, los días 26, 27 y 28 de diciembre eran tres días de fiesta donde diáconos, sacerdotes y niños del coro celebraban respectivamente las fiestas de San Esteban, San Juan y los Santos Inocentes.

En ellas se asistía a un trastrocamiento de la jerarquía, expulsando a los sacerdotes de los púlpitos y ocupando los niños su lugar. El rito consistía en dar órdenes jocosas invirtiendo, de este modo, el ceremonial tradicional. Entre otras cosas decían misa acompañada de malos olores, impartían maldiciones o deseaban a la gente dolores.

¿Y por qué se daba esto? ¿Cuál era su fin último?

Encontramos dos tesis sobre el origen de la Fiesta de los Locos:

  • En esta celebración se encontraba una manera en la que la Iglesia pudiera inscribir en su marco litúrgico los ritos paganos. Esto se piensa que es así ya que eran los propios grupos especialistas de la liturgia cristiana, los que dirigían todos los detalles de esta anti-liturgia que permitía desfogarse al pueblo.
  • Estas fiestas forman parte de una categoría festiva que marca, en todos los grupos organizados, los llamados periodos de transición, en los que la jerarquía de autoridad tiene que ser invertida para recrear una fuerza de autoridad nueva.

Una de las manifestaciones del denominado por Gaignebet, “mundo al revés”, que lo encontramos desde la fiesta de los Santos Inocentes hasta la celebraciones de los Carnavales, es la instauración del reino de la infancia. El hecho de ceder el lugar preeminente de la autoridad a los niños es en sí un fenómeno carnavalesco.

Sólo si partimos de este nivel de inversión relacionada con la edad, se puede comprender el significado de un mundo como el de “los Locos”. Y no queremos referirnos ni a bufones ni a enfermos con el término loco propio del Carnaval; se trata de una locura considerada como una forma de inocencia.

Los ritos que se realizan durante estas fiestas estaban destinados a liberar a la gente del pueblo, vaciando sus cabezas de las rutinas de cada día, para permitir que los adultos se rieran del orden de lo cotidiano; y que los niños se rieran de lo cotidiano de los adultos.

Podemos concluir que las Fiestas de Los Locos son fiestas de inversión, ligadas al origen de la vida y relacionadas con la niñez. Sus rituales se basaban en la ridiculización de los oficios litúrgicos para que después de los ritos de inversión el orden social saliera fortalecido.

Con esta entrada despedimos el año 2013. Muchas gracias a todos y todas por el apoyo recibido durante estos meses. Volveremos en enero con las fuerzas renovadas, mientras tanto: Urte berri on!! ¡Feliz Año Nuevo!

Referencia:


Claude Gaignebet. El Carnaval. Ensayos de mitología popular. Capitulo “El reino de la infancia”. 1985.

domingo, 15 de diciembre de 2013

La visión del desarrollo desde la Sociedad Internacional

Por Nerea Azkona

Desde hace más de veinte años, se ha llegado a un cierto consenso de que la pobreza es uno de los principales elementos que define la disparidad entre países. Para medirla se tomó como punto de partida el número de personas que, en el año 1990, vivían con menos de un dólar al día. Este indicador que mide la pobreza exclusivamente a partir de los ingresos económicos hace mucho tiempo que se cuestionó.

De hecho existen estimaciones de pobreza que se basan en otros indicadores tales como la desnutrición, la mortalidad infantil o el acceso a los servicios básicos, caso del Índice de Desarrollo Humano (IDH).

Según las estadísticas relacionadas con la economía del Banco Mundial (BM), en el año 2008 vivían en el mundo alrededor de 6.700 millones de personas. En términos macroeconómicos una parte de la población, aproximadamente 1.000 millones de personas, contaba con una Renta Per Cápita (RPC) de 67 euros al día. Sin embargo, la inmensa mayoría de la población mundial vivía, y sigue viviendo, en condiciones económicas precarias, que cruzan, incluso, el umbral de la pobreza extrema, habiendo 4.600 millones de personas que subsisten con una RPC diaria inferior a 7 euros; y 1.000 millones de personas que sobreviven con menos de 1,1 euros al día.

Este panorama de desigualdades ha interpelado a la Sociedad Internacional, que ha llegado al consenso de que es urgente generar condiciones de desarrollo para todas las personas.

En este sentido, a finales de la década de los ochenta la preocupación por los desequilibrios socio-económicos motivó que los Estados económicamente más desarrollados, a través de instituciones multilaterales tales como el BM y el Fondo Monetario Internacional (FMI), acordaran lo que se denominó el Consenso de Washington, una iniciativa para el desarrollo global basada en políticas económicas neoliberales centradas en la liberalización de los mercados.

El desarrollo consistía básicamente en conseguir que los países más pobres se acercaran a las pautas de los países más ricos; siendo la gran propuesta la identificación del desarrollo con el crecimiento económico.

Veinte años después la realidad mostró el fracaso de la iniciativa. Según el Informe de Desarrollo Humano del Programa de Desarrollo de Naciones Unidas (2009), las poblaciones de 54 países que se comprometieron con planes de desarrollo promovidos en el marco del Consenso de Washington, eran más pobres que antes de aplicarlos.

En el 2000 la Sociedad Internacional se comprometió con una nueva iniciativa: los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). Fue promovida desde el ámbito de Naciones Unidas.

En la base de esta nueva iniciativa está la intención de que países con economías menos y más desarrolladas trabajen juntos con el horizonte de un futuro compartido. Aunque cabe reseñar que los objetivos de la Cumbre del Milenio coincidieron con los que el Comité de Ayuda al Desarrollo (CAD) de la OCDE planteó en el año 1996 para los países donantes. Por lo cual, la fijación de los ODM no es el resultado de un diálogo entre países ricos y pobres, sino la aceptación por estos últimos de lo que ya habían acordado los primeros.

A pesar de todo, esta noción de desarrollo más integral que lo meramente económico, está en la línea de la propuesta del Premio Nobel de Economía en 1998 Amartya Sen, que considera que:
“el proceso de desarrollo de las libertades humanas incluye capacidades elementales como la capacidad de evitar hambrunas, desnutrición, mortalidad infantil, así como libertades que derivan de la alfabetización, de libertad de expresión, de la participación política” (Sen, 1999: 36).

En cuanto a la financiación de esta iniciativa en el año 2002, y también desde el ámbito de Naciones Unidas, se convocó a una Conferencia Internacional en Monterrey (México) para confirmar los compromisos de financiación para el desarrollo que los Estados con economías más sólidas asumirían para la consecución de estos fines. Se aludió al objetivo de destinar a la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) el 0,7% del PIB  de los Estados comprometidos en el plazo de tiempo más breve posible. Seis años después (2008), se celebró en Doha (Qatar) una Conferencia de seguimiento de los compromisos del Consenso de Monterrey. Uno de los avances más significativos fue la decisión de los Estados miembros de la Unión Europea de aportar fondos para la AOD hasta alcanzar los ratios de 0,56% del PIB para 2010 y el 0,7% para 2015.

Sin embargo, a pesar de que la Unión Europea en 2010 fue el mayor donante mundial de AOD con 53.800 millones de euros (0,43% del PIB), esta cifra no fue suficiente para alcanzar el objetivo de llegar al 0,56% del PIB durante ese año.

Referencias:

lunes, 9 de diciembre de 2013

Onceavas pinceladas: ¡Se acercan las navidades! El mundo infantil, Monster High y la reproducción de estereotipos.



Por Angie Larenas

Para aquellas personas que estamos cerca del mundo infantil femenino (porque sí, sigue existiendo un mundo infantil masculino y uno femenino, por más que una se empeñe en desdibujar las fronteras), “Las Monster” son merchandising de moda. Las muñecas Monster tienen un toque monstruoso: colores oscuros, dientes de vampiro, orejas de mujer-lobo, costuras a lo Frankestein, etc. Aquello que tradicionalmente era lo monstruoso, lo desagradable, aquí es lo destacable y lo deseable.

Monster High es una serie de TV ambientada en una escuela secundaria (también tiene sus películas). En Monster High están las y los Monsters, mientras que separados, en otras escuelas, están los Normis, que serían las personas “normales”. La idea general que atraviesa Monster High es la de la exaltación de la diferencia. El patito feo aquí ya no necesita convertirse en un cisne para ser aceptado. Se utiliza el discurso de la aceptación de la diversidad para resaltar que lo que se consideraba abominable ya no lo es y no tiene por qué serlo. 

Pero no se cambia el tipo de relaciones tradicionales entre mujeres y hombres a las que nos tiene tan acostumbradas la televisión: las chicas siguen necesitando la protección de los chicos, a pesar de que son tan o más poderosas que ellos; las chicas tienen que ser cuidadosísimas con su presencia y los chicos tienen que ser fuertes y musculosos; las chicas están permanentemente preocupadas por su estilo “divino de la muerte”; las chicas son todas altas, con unas piernas larguísimas, un cuerpo “perfectamente” formado y unos rostros con horas de dedicación al maquillaje.

Cuando te insertas en el contenido real de Monster High puedes entrever la reproducción de los estereotipos sexuales tradicionales y la exaltación del consumo como piedra angular de las relaciones sociales. En este contexto, la utilización del discurso de la aceptación de la diversidad pierde su contenido revolucionario. No se produce un cambio en el tipo de relaciones que se tejen al interior de la historia. O lo que es lo mismo, cambia el envoltorio para hacer de Monster High un producto vendible novedoso, pero no el contenido real de las relaciones sociales que muestra. Por lo tanto, la diversidad es ilusoria y se convierte en un discurso vacío… vaciado.

Los juegos y los juguetes son definitorios en la formación de la personalidad de niñas y niños. Son parte relevante dentro proceso de socialización de las personas. Por tanto, el consumo de productos sexistas pauta conductas sexistas. Y estos elementos son parte de la educación que proporcionamos.

Monster High es un ejemplo donde pudiera haber miles; desde a quién van dirigidas las páginas rosas en las revistas de juguetes, las imágenes publicitarias más agresivas en los “juguetes masculinos”, hasta “el coche para el niño y el bebé para la niña” en la decisión de comprar un juguete. La reproducción de estereotipos sexistas limita las oportunidades de aquellos a quienes estereotipa. De modo que, este tipo de consumo está limitando la capacidad de nuestras niñas y niños de conducirse como iguales.

Junto al ambiente educativo y familiar, los medios de comunicación son centrales en la reproducción de estas prácticas (potenciación y consumo). Y las propuestas en este sentido deberían avanzar en concordancia con la sociedad igual que pretendemos construir… sobre todo pensando en nuestras niñas y nuestros niños.



Para profundizar ver:






domingo, 1 de diciembre de 2013

Lekuen lilura: A propósito del Día Internacional del Euskera

Por Nerea Azkona

Aprovechando que mañana, 3 de diciembre, se celebra el Día Internacional del Euskera, desde Azkorenas ConsultorAs queremos contribuir a la causa con la primera entrada, de muchas, en este idioma.

Se trata de una reflexión en torno a la desaparición de casi todas las salas de cine que se encontraban en Bilbao y su relación con la pérdida de identidad local. También nos centraremos en el abuso de la localización de los equipamientos de ocio en lugares propios del consumismo, como son los centros comerciales.

Pero antes de eso, vamos a proceder con unos datos sobre el euskera.

Según el Atlas de las lenguas en peligro de la UNESCO, el euskera es una lengua que se encuentra en un estado vulnerable, lo que significa que “la mayoría de los niños hablan la lengua, pero su uso puede estar restringido a determinados ámbitos (el hogar familiar, por ejemplo)”, es decir, se encuentra a un paso de tener un nivel de vitalidad de “a salvo”.

Para paliar y mejorar esta situación, se han ido tomando medidas a nivel de políticas lingüísticas, así como con declaraciones de intenciones.

Por ejemplo, en 2010 el Parlamento vasco aprobó una declaración institucional acerca de la lengua que acababa diciendo:

“Con la celebración del Día Internacional del Euskera queremos abrir de par en par una ventana al presente y al futuro del euskera, convencidos de que el plurilingüismo puede ejercer una influencia favorable en nuestra convivencia democrática y cohesión social”.

Parece que cada año que pasa hay más euskaldunes que hablan y viven en euskera. Según datos del EUSTAT de 2011, el 62,8% de la población de 2 y más años de Euskadi tiene algún conocimiento de euskera, incrementándose respecto a 2006 en 3,3 puntos porcentuales. Es un dato optimista aunque queda mucho por hacer.

Y ahora sí, pasamos a la reflexión que se titula “Azken zinemak Bilbon” (Los últimos cines en Bilbao).

“Azken tangoa Parisen” pelikularekin metafora bat egin nahian izenburutu dut nire hausnarketa. Duela urte batzuetatik hona gure hiria aldatu egin da eta bere lekuak ere bai. Besteak beste, aisialdi lekuak.

Zein desberdina den gure gaurko Bilbo! Egia da gero eta ekipamendu gehiago daukagula gure hirian, baina, egia ere bada, beste batzuk desagertzen ari direla, adibidez, gure zinemak. Haietariko azkena Capitol izan zen eta gaur egun Multi-zinemak baino ez dauzkagu. Norbaitek esan ahal du Zubiarten ez dakit zenbat areto dauzkagula filmak ikusteko. Hala ere, markatakgune batean kokatutak daude eta xarma ez da berdina.

Zinemari dagokionez, bi arazo dauzkagu. Bata da lekua; eta bestea dirua. Izugarri garestia da zinemara joatea, eta gainera, merkatalguneetan daudenez, kontsumismoko giroa dago beraien alboan.

Merkatalgune batean ezin izaten dugu aurkitu hiriko zinemaren lilura. Gure planak desberdinak dira dagoeneko. Lehen zinemara joatea berez zen jarduera bat. Zenbait lekutan, zenbait ordutan. Eta filma ikusi eta gero afaltzera joan ahal izaten ginen. Zinemara joatera garrantzitsua zen eta “liturgia” bat zen berez.

Gaur egun, ordea, inportantzia hori galdu egin du. Egia esan, justu kontrakoa bihurtu da. Hau da, normalean joaten gara merkatalguneetara erosteko eta erosketak egiteaz aspertzen bagara, joan gaitezke zinemara. Merkatalguneetan zinemak distrakzio bat gehiago dira atseden hartzeko eta erosketak egiten jarraitzeko.

Pena ematen dit hauxe gertatzeak. Kontsumismoa zurrunbilo galanta da eta denok gaude barruan, leku berberetan, ordu berberetan, jende berberarekin eta gure eskuetan poltsa berdinekin. Gure nortazuna errekuperatu behar dugu, eta non ote dago? Gure betiko lekuetan; adibidez, gure zinemetan…

Referencias:



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