domingo, 31 de marzo de 2013

Two-spirit people de ayer y de hoy: Deconstruyendo el género basado en el dimorfismo sexual

Por Nerea Azkona

La concepción judeo-cristiana-occidental de los roles sexuales es un constructo social localizado en un contexto concreto, y por tanto, no se puede admitir que este modelo de sexo “biológico” sirva para realizar una clasificación universal.

Un ejemplo etnográfico sería la institución del berdachismo en algunos pueblos indígenas americanos, donde el género no se basaba en el dimorfismo sexual. Aunque hay que decir que la palabra berdache proviene de los colonos. La utilizaron de manera peyorativa y hacía referencia a la esclavitud sexual. Por lo tanto, esta denominación es una imposición de la influencia cultural de los europeos.

El término two-spirit people implica la convivencia en un mismo cuerpo de dos espíritus: uno femenino y otro masculino. El berdachismo es un término genérico que define una visión sobre la homosexualidad institucionalizada en los indios americanos. Podría verse, en un principio, como la institucionalización de una desviación sexual, pero en realidad es algo más; es la construcción de un tercer sexo.

Un artículo de Whitehead (1981) se titularía en castellano “El arco y la mochila canguro”, haciendo referencia al rito que llevaban a cabo los pueblos indios para reconocer a las personas de doble espíritu. La gente de la comunidad hacía un círculo y en el centro se colocaban un arco, utilizado por los hombres para cazar, y una mochila canguro, utilizada por las mujeres para llevar a los bebés. Dependiendo de lo que eligiera el niño o la niña, se le educaba como un hombre o como una mujer. Los casos en los que la niña cogía un arco o el niño cogía la mochila canguro, eran los que daban cabida a los berdaches o two-spirit people.

Ser berdache tenía consecuencias sociales muy importantes, ya que a estas personas se les atribuían los poderes de ver el futuro, entre otras cosas. Eran los mediadores, los cuidadores y los guardianes de la tradición mediante la transmisión de cuentos, mitos y canciones orales. Los podemos definir como personajes liminales, a medio camino de la vida y de la muerte, ni lo uno ni lo otro, un tercer sexo, en definitiva, personas de doble espíritu.

Eran personas que asumían parte de las funciones del otro sexo. Normalmente eran varones que asumían roles, estatus y actividades de sexo femenino, pero también se daban casos de mujeres con roles masculinos. Al ser un fenómeno típico de las sociedades matrilineales, los servicios más valorados estaban en manos femeninas, y era muy atractivo para determinados hombres dedicarse a actividades femeninas.

Este comportamiento, por supuesto, era aceptado familiar y culturalmente. Lo interesante a resaltar es el hecho de que esta identidad no estaba construida a través de ninguna base biológica. Es decir, los aspectos que definían esta identidad estaban relacionados con la economía y con la vida social. 

Podemos concluir que en sociedades con débil marcaje de división sexual, la construcción del género no estaba relacionada con el sexo, sino con la función social y con el poder.

Durante el siglo XX los indios americanos gay que vivían en EE.UU. se autodenominaron "two-spirit people". Es decir, se reivindicó la figura tradicional del berdache como una identidad gay e india a la vez, mostrando una visión de la homosexualidad institucionalizada en los nativos americanos.

Las comunidades indias gays usan la categoría del berdachismo para ocuparse de identificaciones de género y sexo. El uso habitual que los indios gays actuales dan al berdachismo es una categoría que se ha convertido en una herramienta para dar profundidad cultural a alternativas sexuales.

En la década de los setenta se creó en San Francisco la primera organización de gays y lesbianas indígenas del mundo contemporáneo (Native Gay and Lesbian Gathering). Desde entonces el número de grupos con la misma orientación se ha incrementado considerablemente en EE.UU. y en Canadá.

Este primer grupo se definía por una doble identidad o doble espíritu: lo indígena y la homosexualidad, que a su vez eran marcadores de una doble discriminación. Este grupo recurrió a la tradicional institución del berdachismo para crear en la actualidad un movimiento berdache, recuperando algunas de sus funciones, como son su estatus y su rol de mediadores y guardianes de la tradición. Hoy se caracterizan por trabajar en ámbito de la salud y la enseñanza, y se les localiza cuidando a enfermos de sida, siendo trabajadores sociales, profesores o artesanos, en definitiva, con roles mediadores y cuidadores.

En este sentido, la indianiedad como el berdachismo son marcadores de identidad, y al igual que sus antepasados su identidad está definida por las ocupaciones que desarrollan, más que por el sexo biológico (Carocci, 1997). Han utilizado la historia, su patrimonio cultural para dignificarse, aunque actualmente no se da el berdachismo tradicional en reservas de comunidades indígenas, siendo sustituido por este fenómeno urbano.

Este ejemplo de los berdaches nos habla de identidad: de su definición y de su redefinición. Tal y como hemos dicho, las personas de doble espíritu están volviendo a ser valoradas. Muchos de los indios que adoptaron identidades gays modernas para intentar huir del rechazo y del aislamiento, están volviendo a conectar con su herencia mediante estos grupos defensores de este nuevo movimiento berdache. Están reinterpretando su identidad, que no es la que les dicta la cultura blanca (movimiento gay), ni tampoco es lo que dictaban sus antiguas tradiciones (el berdachismo como una institución). Han hecho una mezcla propia.

Referencias:
  • CAROCCI, M. (1997). The Berdache as metahistorical reference for the Urban Gay American Indian Community, en M. Mauzé (ed.), Present is past: Some uses of tradition in native societies, pp. 113-129. Lanhan: UP of Americana.
  • WHITEHEAD, H. (1981). The bow and the burden strap: A new look at the institutionalized homosexuality in Native North America, en Shery B. Ortner and Harriet Whitehead (eds.), Sexual Meanings: The Cultural Construction of Gender and Sexuality, pp. 80-115. Universidad de Cambridge.



domingo, 24 de marzo de 2013

Investigar en ciencias sociales. Algunos planteamientos epistemológicos.


Por Angie  Larenas


La investigación en ciencias sociales es un proceso lleno de interrogantes, de cuestionamientos, de resultados… ¿Pero qué es lo que estudiamos? 

Nuestro objeto de estudio es tan amplio como amplia es la producción social humana. De ahí que nos veamos en la necesidad de fragmentar la realidad para poder comprenderla, describirla, explicarla, interpretarla. Para conocerla. Lo hemos hecho a través de la producción de disciplinas: Sociología, Antropología, Historia, Ciencia Política, etc. También a través de subdisciplinas, como: Sociología de la Salud, de la Religión, de las Organizaciones, de la Familia, etc. Y dentro de cada subdisciplina a través de áreas específicas, de líneas de investigación, de ámbitos de interés… 

Subdividir la realidad es una herramienta metodológica que nos ayuda a hacer posible su estudio. Sin embargo, esta es una cuestión puramente analítica que no debe limitarnos a la hora de reconocer la totalidad en la que ese fragmento de realidad se encuentra inscrito, lo que no es siempre fácil de lograr. 

El mundo en que vivimos, el mundo social (¿o los mundos sociales?), no se funda en una regularidad estable que puede ser medida objetivamente y científicamente analizada, sino en la continua relación entre fuerzas sociales y la naturaleza cambiante de sus relaciones. 

Y nosotras y nosotros como investigadores somos parte de ese dinamismo. La realidad social también es construida por nosotras y nosotros. Las teorías que generamos se relacionan con acciones en defensa de determinadas concepciones sobre el mundo, sea de manera consciente o no. El modo en que construimos nuestras relaciones y las teorizamos está directamente relacionado con la manera en que creamos y recreamos el mundo que observamos. 

Por lo tanto, existe un núcleo de valores alrededor de cual se actúa. Estos valores están social y culturalmente definidos. Nuestra producción no es neutral. Y aunque muchas veces no es fácil de reconocer: se encuentra ideológicamente comprometida.

Nuestra producción no es neutral y el mundo social no es lo natural que aparenta ser. Por lo tanto, las estructuras que lo constituyen pueden ser cambiadas. Desde este punto de vista, me gustaría resaltar la necesidad de transformar esas estructuras, y la posibilidad de que, desde la investigación en ciencias sociales, exista el compromiso por remarcar esa necesidad.

domingo, 17 de marzo de 2013

El futuro incierto de los y las investigadoras en el ámbito académico. Probando suerte con la consultora independiente

Por Nerea Azkona 

He acabado de escribir la tesis. No puedo describir la alegría que siento. Han sido tres años de investigación que al final se han concretado en unas trescientas hojas en las que hay más que palabras escritas. Hay compromiso, hay muchas noches en vela, hay inseguridades superadas, miedos disimulados, muchas horas de lectura, atrevimiento en los métodos, creatividad en la expresión, y tres años de mi vida dedicados a ella como prioridad. 

Estoy contenta, sí, pero el hecho de terminar la tesis trae consigo otro tipo de preocupaciones que hace unos años no estaban. ¿Qué voy a hacer después de defenderla? La preocupación no viene exactamente por la cantidad ilimitada de ofertas que se nos presentan cuando acabamos esta etapa. No. Más bien lo contrario. El mercado de trabajo para las personas que nos hemos especializado en la investigación, ya no te digo la investigación en ciencias sociales, se reduce a la nada en los tiempos que corren. 

En los trabajos técnicos no te cogen porque llevas años dedicándote a la investigación más solitaria que existe en el mundo, así que no somos las candidatas perfectas para trabajar en ONGDs como técnicas; y no hay puestos docentes ni de investigación en la Universidades que cubran la demanda de las personas que se doctoran cada año. 

Claro que hablo del Estado español. Porque Latinoamérica se presenta como El dorado en términos de puestos de trabajo para doctores y doctoras en ciencias sociales. Por lo que, la incertidumbre se convierte en una duda: ¿Me piro e investigo cobrando un sueldo que se corresponde con la mano de obra que estoy ofreciendo o me quedo y aspiro a trabajar, si acaso, en algo que no está relacionado con toda mi trayectoria profesional anterior? Porque el tiempo que hemos dedicado a investigar y a escribir la tesis es un tiempo trabajado; en muchos casos remunerado, o poco y mal remunerado; y en otros, sin remunerar. Pero en casi todos los casos un trabajo no reconocido ni por la sociedad ni por el círculo más cercano de los y las tesistas. 

O bueno, está el emprendimiento. El camino que Angie y yo hemos elegido. 

Pero, ¿para qué hacemos la tesis? Pues hay de todo, me imagino. Habrá gente que empalma la licenciatura con el doctorado porque no encuentra trabajo y es una manera de continuar cuatro años más si tienes la suerte de conseguir una beca, que por otra parte, cada vez está más complicado. 

En mi caso y en el de Angie es vocacional. Investigar es lo que me gusta e investigar es lo que sé hacer. Y lo que hago bien. A lo que he dedicado mi vida desde 2007 y es a lo que quiero dedicarme en el futuro. Ni buscarme la vida como educadora, ni hacer unas oposiciones para despreocuparme del trabajo. Prefiero arriesgarme y apostar por lo que me gusta. 

Y tomar esta decisión no va precisamente acompañado por la gran experiencia que es trabajar gracias a las becas. La vida de los y las becarias depende en su totalidad de la persona que las dirige. Es decir, si el director o directora quiere que tu vida sea un infierno lo será y no hay nada que hacer. Si la persona que dirige quiere darte una oportunidad y un impulso al terminar tu investigación la tendrás. Si no, no. ¿Por qué? Pues porque somos muchos y muchas y los puestos son pocos. Todos y todas somos competencia directa, y si hay alguna vocación que se basa en la competitividad esa es la investigación: hay cupos para todo. Para las becas, para los premios, para los congresos, para las publicaciones. Nos educamos en: “si es para ti no es para mí”. Y aún así quiero que me paguen por ser investigadora. Porque no lo quiero como trabajo, lo quiero como empleo y poder ganarme la vida con ello. Con lo que me apasiona y en un ámbito en el que puedo aportar a la sociedad. 

Gracias a las últimas reformas ahora tenemos algunos meses de paro una vez de que defendemos la tesis. Dedicaré todo lo que tengo para seguir intentándolo. 

Aurrera Azkorenas ConsultorAs! ¡Adelante Azkorenas ConsultorAs!

lunes, 11 de marzo de 2013

Terceras Pinceladas: El trabajo reproductivo. Una asignatura pendiente para el Estado español.



Por Angie  Larenas 



Uno de los ámbitos de lucha más importantes de las mujeres es aquel relacionado con el reconocimiento de la centralidad del trabajo reproductivo. Se destaca que este tipo de trabajo es tan importante como el trabajo productivo -de bienes y servicios- para la reproducción de las sociedades, y como tal debe ser debidamente visibilizado y valorado. 


El trabajo reproductivo es aquel trabajo tradicionalmente no remunerado y que comprende las actividades de cuidado de personas mayores, personas dependientes, y de niños y niñas, así como las tareas habitualmente entendidas como trabajo doméstico. Un tipo de trabajo históricamente realizado por mujeres de manera gratuita. 

¿Pero qué pasa cuando este trabajo gratuito se convierte en trabajo remunerado? Los hechos demuestran que continúa siendo un trabajo feminizado e infravalorado. De ahí la importancia que tiene el poner en su justo lugar el trabajo reproductivo, y sobre todo, a aquellas trabajadoras de hogar que cubren las labores de cuidado que el Estado de Bienestar, en retirada, no es capaz o no ha querido ser capaz de asumir. 

Si evaluamos el tema del trabajo reproductivo bajo el prisma de la igualdad, la realidad indica que este tipo de trabajo, ya sea de manera gratuita o remunerada, continúa siendo un trabajo feminizado. La creciente incorporación de las mujeres al mercado de trabajo y la incidencia del discurso de la igualdad no han sido suficientes para que en el Estado español las labores domésticas y de cuidado se repartan de manera equitativa entre mujeres y hombres. 

En este contexto, fuera del marco de las discusiones feministas y de los estudios de género, no se ha desarrollado un debate profundo sobre la importancia del trabajo reproductivo. Hace solo un año se aprobó una nueva normativa relacionada con el trabajo de hogar, la que ha dado nuevas coberturas en seguridad social, y que regula las condiciones laborales de las trabajadoras. Pero con importantes carencias. 

Por un lado, ¿cómo revalorizar el trabajo de hogar si sigue siendo considerado un trabajo de segunda? Por ejemplo, la ley no contempla para las trabajadoras de hogar el derecho a prestaciones por desempleo; una determinación que precariza el trabajo de hogar desde la propia legislación. 

Por otra parte, la nueva normativa no ha sido tomada con la merecida seriedad por las propias autoridades. Antes de que transcurriera un año de su puesta en marcha ya se realizaba su primera revisión –apresurada, según la visión de las expertas-. Uno de sus puntos, la reducción de los tramos de cotización, está claramente enfocado a cubrir los objetivos recaudatorios del Estado, más que a beneficiar a las trabajadoras de hogar. El resultado esperado de esta modificación es que las trabajadoras contratadas tendrán que pagar alrededor de tres cuartas partes más de lo que pagaban a la seguridad social, con lo que un aumento de cuotas significa para un salario ya precario e insuficiente. 

En resumen, considero que el reconocimiento de los derechos del sector del trabajo de hogar pasa por una revalorización de lo que el trabajo de hogar significa para la reproducción de la sociedad. La propia posibilidad de existencia del trabajo productivo depende de las capacidades de las familias para gestionar el trabajo de hogar. Por esta razón, porque no se trata de elementos disociados, el Estado tendría que tener una mayor responsabilidad, sobre todo con lo que a tareas de cuidado se refiere. ¿Hasta cuándo el peso del trabajo reproductivo seguirá cayendo sobre los hombros de trabajadoras precarias, infravaloradas e invisibilizadas, sobre los hombros de las mujeres? Esta, creo que es una pregunta de justicia social. 



Para mayor información ver: 





domingo, 3 de marzo de 2013

La externalización de la frontera exterior y la condicionalidad migratoria entre África y Europa


Por Nerea Azkona

El concepto externalización de fronteras es, además de una categoría analítica relacionada con la dimensión exterior de las políticas migratorias, una noción que se refiere a una variedad de prácticas políticas que pretenden reforzar el control de los flujos migratorios desplazando la frontera exterior de los países del Norte hacia los países del Sur para reducir las causas por las que las personas deciden migrar. Es una “política a distancia” que convierte la política de inmigración en un instrumento de acción exterior. 

Así, la externalización de las fronteras implica la integración de la política migratoria como un tema clave en las negociaciones internacionales y expresa, directa o indirectamente, la corresponsabilidad en un interés común, a saber: evitar el movimiento de personas. 

En el contexto euro-africano se utilizan varios instrumentos de política exterior para superar los escollos en la negociación de la externalización y para obtener una colaboración en materia de control de flujos migratorios. En particular podemos destacar los acuerdos comerciales, las promesas de inversión, las cuotas migratorias y, sobre todo, las concesiones de Ayuda Oficial al Desarrollo que son utilizadas como instrumentos de presión frente a los países africanos. 

Concretamente, en el caso del Estado español y los países de África Occidental: ¿Cuáles son las prácticas de la externalización de la frontera? Contamos con los acuerdos de nueva generación y de readmisión de inmigrantes en situación irregular, el rechazo en la entrada del país de personas, el refuerzo del control en los países de tránsito de las migraciones, la intercepción de las embarcaciones antes de la llegada a tierra, que dicho sea de paso, vulnera el derecho de asilo. 

Este tipo de política de externalización comenzó con el desplazamiento de la frontera euro-española hacia el norte de África, mediante el Sistema Integrado de Vigilancia Exterior y la firma de acuerdos bilaterales de colaboración con Marruecos, que intensificó sus actuaciones contra los inmigrantes subsaharianos en tránsito por su territorio, lo que provocó que la frontera entre Europa y África dejara de ser el Mediterráneo y se ubicara en el Magreb. A su vez, esto indujo un cambio de rutas migratorias, pasando de las pateras que iban a Andalucía a los cayucos con destino a las Islas Canarias, y, por ende, las políticas de externalización comenzaron a interesarse por los países del Sahel. 

Por tanto, parece oportuno hablar de una renovada “condicionalidad migratoria” en un nuevo marco donde la cooperación al desarrollo está vinculada al fenómeno migratorio, el cual emerge de la política exterior e instrumentaliza la ayuda.
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