domingo, 17 de febrero de 2013

¿Dónde está lo vasco?


Por Nerea Azkona

La identidad es un fenómeno de clasificación y simbolización de diferencias. Es decir, un grupo de personas se siente parte de y construye su mundo de forma simbólica atribuyendo significados en relación a. No hay identidad sin relación, memoria y símbolos.

Cuando Zulaika se refiere a la identidad vasca en la época actual, diferenciándola de la identidad moderna, se está refiriendo a toda la comunidad vasca; es decir, los vascos residentes en Euskal Herria y a la diáspora.
Haciendo una comparación entre los conceptos de Durkheim de “diferenciación” y los de Derrida y su “diferencia” y “diferir”, Zulaika construye las identidades vascas de la modernidad y de la posmodernidad respectivamente.
El proceso de diferenciación de Durkheim que caracteriza la modernidad se rompe y da paso a la desdiferenciación de la postmodernidad, donde los límites se rompen y las fronteras se trasgreden. En contra, Derrida dice que todo significado es diferido y está expuesto a nuevas interpretaciones, lo que significa que las identidades son diferidas constantemente. En este sentido, los significados flotan y lo que somos depende de la relación con el resto, por lo que cambia constantemente.

Concluye Zulaika que en la época moderna la identidad estaba relacionada con la diferenciación, mientras que en la postmodernidad la diferencia se construye en un mundo de desdiferenciación. Así, nos aclara que de las identidades modernas encontradas, construidas en contra de, como por ejemplo español-borroka (lucha), hemos pasado a las identidades complementarias construidas en relación a, como por ejemplo español-jolas (juego).

Comprendí esta idea en el V Congreso Mundial de las Colectividades Vascas que se celebró en Donostia en noviembre de 2011, el cual estaba lleno de jolas residentes en todo el mundo.

Allí estaba yo, una vasca de pro con sus esquemas etnocéntricos intentando entender cómo un argentino de cuarta generación, que identificaba el ser vasco con la pelota, las euskal dantzak o el txistu, compartía identidad conmigo. Para empezar nos comunicábamos en castellano. Nada de mi atuendo tenía los colores de la ikurriña ni les acompañé en sus bailes. Además había algo que no acababa de convencerme. Una cosa, al menos, era obvia: en mi txartela de identificación ponía mi nombre y España, y en la suya ponía Argentina. Él gestionaba perfectamente las dos identidades y yo no.

Siguiendo con esta idea, y después de justificar y defender durante años mi identidad (normalmente en territorio hostil, ya que de otra manera no sería necesaria tal defensa), siempre he considerado que ser vasco aquí no es gratis, incluso llegando a pensar que no es una elección subjetiva. En cambio, allá, el ser vasco es un plus, algo que les llena de orgullo y, lo que más me llamó la atención, les une. La pregunta es, ¿también les une a nosotros? Si tengo en cuenta mi experiencia, en principio respondería a la pregunta con un “no”, a no ser que la identidad posmoderna de la que habla Zulaika invada nuestro querer ser.
La nación y el nacionalismo es vivido, por los de aquí y por los de allá, de forma diferente, ya que tenemos pasados diferentes y una relación con el estado-nación, dejémoslo en, diferente. Ser nacionalista significa pertenecer a una comunidad política. Y considero que dependiendo del contexto ponemos más peso en alguna de las dos variables del binomio.

Es decir, a pesar de vivir en la época de la globalización, los vascos de aquí no somos vulnerables a la pérdida de la cultura y de identidad, sobre todo si tenemos en cuenta el lado fenomenológico de la globalización que no es más que la “indigenización” de lo que nos llega de la sociedad global. El imperialismo, la otra cara de la moneda, se hace mucho más patente en sociedades de allá donde la cultura la mantiene un grupo de personas que tiene que cerrarse y reproducirla para no perderla. Esta vulnerabilidad es lo que les convierte en más folklóricos que nosotros y lo que en un primer momento del encuentro choca. Nosotros no tenemos que demostrar “étnicamente” la pertenencia a la comunidad política, tan sólo lo hacemos en momentos de celebración. Sin embargo, cuando nos referimos a la variable que erróneamente se ha relacionado con el nacionalismo cívico, la política, las tornas cambian.

Antes de meterme en el segundo punto, habría que hacerse una pregunta: ¿Qué es cultura vasca? ¿Existe sólo una? Yo considero que hay muchas, porque de otro modo, ¿Dónde está la esencia de lo vasco? ¿En el caserío como apunta Caro Baroja? ¿O en el Olentzero, ejemplo clara de invención de la tradición? ¿O tal vez esté en el Athletic como supone Mac Clancy? Parece que ninguno de estos tres metasímbolos de la cultura vasca nos aglutina a todos y todas.

Respecto a la política y al contexto de aquí, uno puede sentirse vasco y la sociedad puede clasificarlo como “vasco de segunda” por no saber el idioma o por hablar batua en vez de un euskalki, dependiendo del contexto en el que se encuentre. En este plano, el ser vasco ya no me parece tan subjetivo, ¿dónde quedan las ganas de ser vasco en la discriminación? Por otra parte, estamos acostumbrados a que toda elección está relacionada con la política y muchas veces con la política partidista, ya que cualquier acto público en Euskal Herria está politizado. Comenzamos por la manera de vestir, seguimos por el tipo de conciertos al que asistimos, incluso el escultor de cabecera de cada uno nos divide. No es tan fácil sentirte parte de la comunidad política, hay que tener una especie de reconocimiento por parte de la sociedad, algo así como el caso de Kosovo y las Naciones Unidas. Seguimos teniendo una identidad encontrada con otra y esto no une, ni entre nosotros ni con los vascos que viven fuera. Me fascina que a un argentino de cuarta generación se le reconozca como vasco por las ganas que tiene de serlo, y aquí haya tantas dudas, problemas y reivindicaciones para demostrar algo que se siente y de lo cual no queda clara cuál es su esencia. De ahí estas líneas de reflexión.

Porque en definitiva, ¿dónde está lo vasco? Lo vasco está donde hay una manifestación cultural vasca, en los lugares y en las redes. Nuestra identidad local forma parte de la identidad personal. Para pasar de una a otra tiene que darse el compromiso activo por la defensa de ese lugar. Cuando una serie de manifestaciones de la identidad local adquieren relevancia social y política aparece otro tipo de identidades, la étnica (conciencia de pueblo diferenciado) y la nacional (conciencia de pueblo con derecho a autodeterminación) respectivamente. Desde el punto de vista sociológico, toda nación tiene nociones étnicas y cívicas, ya que la nacionalización es un proceso de integración en y de identificación con. Al final, todo nacionalismo es cívico y étnico dependiendo del momento.

La globalización influye en la identidad (conciencia de pertenencia en base al genos, al locus y al cosmos), y por ello, influye en la cultura vasca, en el arraigo con lo local y en la identidad étnica, mediante la creolización, la hibridación y la mezcla. La globalización es una oportunidad para que los vascos se reconstruyan en los flujos, ya que el estado-nación pierde la oportunidad de dar la identidad, y este espacio sería de encuentro entre unos y otros. Hablamos de un nuevo agente social, una nueva manera de ordenar el mundo que está unido a la postmodernidad, y que implica una ruptura con el finalismo y el progresismo, así como una crisis del racionalismo, ya que la globalización supone que hay múltiples metarelatos, es decir, que no existe una única verdad, que todos somos intérpretes.

En la postmodernidad se está dando un salto del espacio a los flujos en los se puede uno afirmar y legitimar como vasco. Junto con la pérdida de identidad, se permite la celebración de la diferencia, y su vivencia en espacios no controlados por los estados y la reproducción en las redes glocales de reterritorialización cultural. En el mundo globalizado nos encontramos múltiples formas de ser vasco, de vivirlo y de desplegarlo en la arena de lo global.

Después de mi encuentro con vascos que viven en América creo más en la identidad posnacional del jolas

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