Por Nerea Azkona
Se acerca la Semana Santa
cristiana, en la que se conmemora la pasión,
muerte y resurrección de Jesús de Nazaret. En muchos lugares del mundo se
celebran con gran devoción numerosas actividades litúrgicas y muestras de
religiosidad popular como las procesiones y las representaciones de La Pasión.
Éstos, como gran parte de otros fenómenos religiosos, conforman distintos
rituales, que no son hechos sin
sentido, sino que se llenan de significado en base a un sistema de creencias, conformado a partir de una cosmología y un sistema de valores.
Desde la antropología se conciben las creencias como sistemas
interpretativos básicos, lo que significa que el ser humano necesita una serie
de interpretaciones que le permitan tanto estar
como ser con sentido. De este modo,
estos sistemas articulan los mundos
interiores que están detrás de la realidad tal y como la observamos, dando
respuesta al por qué de las cosas,
fundamentándose y proyectándose en credos
que permiten que sea compartido, transmitido y proclamado.
Por lo tanto, toda creencia está culturalmente
formulada; esto es, son métodos de conocimiento que varían en cada sistema
cultural. Para los y las antropólogas la cuestión fundamental es la relación entre las creencias, los comportamientos
y las estructuras sociales. Es por esto que los sistemas de creencias son tan
poderosos, ya que prescriben lo que
hay que hacer para que todos sus miembros crean y actúen del mismo modo evitando la anomia.
Formando parte de este sistema de creencias nos
encontramos con los mitos. De hecho,
no hay religión sin mitos, ya que,
en los inicios, la existencia de estos es previa a los dogmas.
El mito es una narración imaginaria que cumple ciertas funciones y que son considerados creencias
en lo sobrenatural fruto de la actividad simbólica del ser humano. Así,
necesitamos estas construcciones
metafóricas para expresar lo que no es perceptible por medio de los
sentidos.
En definitiva, los mitos son formas de saber que dan sentido, orientan y
contribuyen de manera directa y eficaz a construir el mundo real, cubriendo
necesidades mentales para pasar de la cotidianeidad a dimensiones más profundas.
En este sentido, lo mítico, al igual que lo
lógico, pertenece al equipamiento del ser humano y ambos conceptos son formas complementarias e imprescindibles
para entender la manera en la que las personas explicamos la realidad. Por lo
tanto, resulta tan irreal el mito sin referencia al logos, como el logos sin
referencia al mito.
Con esta
entrada nos despedidos hasta después de las vacaciones de primavera. Muchas
gracias por todas las visitas recibidas (¡que ya suman casi las 20.000!) y por
seguir apoyándonos en nuestro proyecto. ¡Hasta pronto!
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