Por Angie Larenas
Ciencias (sociales), disciplinas… Interdisciplinariedad, multidisciplinariedad, pluridisciplinariedad… Existe un debate interminable sobre cómo nos mezclamos, cuán diversos somos, y cómo trabajamos en nuestra diversidad.
Sin embargo, en mi opinión, todos esos debates son insuficientes. ¿De qué sirve que nos preguntemos, por ejemplo, si las Relaciones Internacionales son una ciencia o una disciplina, si esa pregunta solo sirve para no mirar más allá que a nuestro propio ombligo? ¿O de qué sirve que nos planteemos límites impenetrables entre Sociología y Ciencia Política si la fragmentación de la realidad social no es más que una herramienta analítica?
¿Ciencia Política, Sociología Política o Relaciones Internacionales? ¿Quién tiene el “dominio de lo internacional”? O mejor, ¿por qué un área del conocimiento específica tendría que tener el “dominio de lo internacional”?
Estas preguntas no son difíciles de responder y llevan en su planteamiento las respuestas… desde mi punto de vista, eso sí.
Lo que llamamos ciencias o disciplinas no son más que parcelas del conocimiento vinculadas a determinados objetos de interés. Las parcelas nos ayudan en el proceso investigativo: en la selección del universo de estudio; en la metodología, métodos y técnicas a utilizar; en los enfoques teóricos que es preciso dominar. Pero el permanecer en un área puede hacer que nuestra mente se cierre ante las opciones que provienen de otras parcelas del conocimiento. Con esto quiero decir que no se trata de compartimentos estancos, y que los límites no son infranqueables.
Supuestamente las Relaciones Internacionales son una disciplina joven. Para muchos no merece el rango de ciencia porque su área de influencia es menor, porque su desarrollo es escaso y porque su objeto de estudio es perfectamente abarcable desde la Sociología Política, la Ciencia Política, la Economía Política o el Derecho Internacional (quizás me deje alguna).
El interés por lograr que las Relaciones Internacionales superen el rango-menor-de-disciplina a veces hace que los especialistas no puedan mirar más allá de su propio ombligo, como señalaba antes. Hay conocimientos compartidos con otras áreas que arrojan luces sobre lo que es de interés para las Relaciones Internacionales y que no debería obviarse.
Pensar que las Relaciones Internacionales –en mayúscula- se agotan en las relaciones internacionales -en minúscula- es reduccionista. Esta visión no permite comprehender el mundo de lo social de manera heurística. En la base de esas relaciones, más que las propias instituciones, están las relaciones humanas.
Lo inter, multi y pluri está de moda, pero no ha agotado las polémicas alrededor de la fragmentación del mundo social y del conocimiento. Sin embargo, soy de la opinión de que utilizar fuentes diversas enriquece nuestras capacidades investigadoras, nos dota de mejores y más depuradas herramientas de análisis, nos brinda más posibilidades en cuanto a metodologías, métodos y técnicas…
El mundo, el mundo social, solo se encuentra fragmentado en nuestras mentes.
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