Por Nerea Azkona
Si hay un adjetivo que cuadra con el mundo actual en el que vivimos es el
de complejo.
Las definiciones y los términos se han vuelto complejos y lo mismo sucede con
la resolución de problemas y conflictos y con la búsqueda de sus posibles
causas y soluciones. Por lo tanto, actualmente no es válida ninguna explicación simple que responda a la
realidad.
En este sentido, Feixa y Ferrándiz definen la violencia como un fenómeno
de múltiples caras y anclajes en distintas realidades históricas y sociales,
y por ello creen necesario segmentarla
en modalidades significativas para comprender, de esta manera, su
complejidad. Parten de la definición de violencia de Gramsci, el cual la
entiende como relaciones de hegemonía y
subalteridad.
Todavía hoy se tiende a definir la violencia
como el uso agresivo de la fuerza física
por parte de unos contra otros, pero debemos tener en cuenta que hay otras
formas de agresividad no física, como la verbal,
la simbólica o la moral, que pueden hacer incluso hasta
más daño. Además, para los y las científicas sociales es tan importante
observar la violencia en sí, como
comprender la visión que los actores
tienen de ella (categoría emic).
A pesar de que las dimensiones de la violencia no deben considerarse como
auto-excluyentes, sí que encontramos distintas tipologías; por ejemplo, la violencia política; la violencia estructural (Galtung); la violencia simbólica (Bourdieu); y la violencia cotidiana o diaria,
la cual, según Scheper-Hughes, crea un ethos de la violencia. De esta
última podemos decir que casi todas sus
formas (de la delincuencia al suicidio) tienen sus bases en la estructural.
A partir de esta reflexión sobre la violencia y sus distintas caras, ¿podemos concluir que existen buenos y
malos?
Si nos paramos a pensar un momento nos daremos cuenta de que la ficción literaria y cinematográfica nos
ha dividido el mundo en dos mitades: los que luchan por el bien y los que
luchan por el mal (nótese que ambas partes luchan...). Además estas obras nos
suelen invitar a posicionarnos a favor de los débiles, que coinciden, en un
principio, con los buenos, que deciden levantarse en armas para defenderse de
un enemigo que les extorsiona, explota, viola y/o mata sin prejuicio. En estos
casos, la violencia de “los buenos” está justificada por ser en defensa propia,
o por ser por un bien mayor, o por ser por un bien común; además, les dignifica
como héroes o mártires, mientras que “los malos” atacan por el regocijo que les
ofrece la violencia en sí misma movidos por la ambición y el poder.
Por desgracia este esquema no
sólo lo utilizamos a la hora de ver películas o de leer libros, sino que lo usamos
a la hora de calificar y organizar cuantas noticias y eventos llegan a nuestros
oídos. Pero, ¿son los buenos solamente buenos y los malos solamente malos? ¿Pueden
los analistas sociales analizar los conflictos desde esta perspectiva dualista?
Obviamente no...
Como ya he mencionado en otras entradas sobre hermenéutica,
Geertz define la antropología como “tortugas sobre tortugas”, o lo que
es lo mismo y quiere significar este símil: interpretaciones de
interpretaciones.
Adentrándonos más en el mundo de la antropología
de la violencia y del sufrimiento, en este caso, lo que la violencia crea
es un círculo vicioso de violencia, en el que los motivos para llevarla acabo
ya están olvidados, y donde la violencia que dignifica deja de hacerlo.
Entonces, yo definiría los estudios de antropología de la violencia en
vez de estudios de tortugas sobre
tortugas, como estudios de víctimas sobre victimarios sobre víctimas sobre
victimarios, y así indefinidamente… porque, después de un conflicto donde todo
el mundo ha perdido algo: quién es el bueno; quién es el malo; quién tiene la
razón última y la verdad; qué lo avala y con qué medios; cómo se ha llegado a
esta situación; por qué...
Con esta entrada no he pretendido reflexionar sobre si hay muertes justas
o sobre el término contradictorio de guerras preventivas, o sobre si la
violencia se puede justificar, en que momento sí y en cuales no, o sobre qué es
lo que nos hace víctimas y qué es lo que nos hace verdugos... sino que quiere
ser una llamada de atención a la
hora de leer los periódicos y de ver la noticias, ya que tenemos que ser
capaces de interpretar los hechos sin caer
en el simplismo y en las conexiones fáciles, esa dualidad heredada del cine
y la literatura, que no deja que nuestra mente quede abierta para pensar todas
las partes del conflicto sin prejuicios...
Referencia:
Ferrándiz,
F. & C. Feixa, (2004), “Una mirada antropológica sobre las violencias”, Alteridades
14(27): 149-163.
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